lunes, 28 de junio de 2010

Resortes en la naturaleza

El valle se contraía contra las verdes montañas de piel de tortuga, armadas con rocas por caparazón; asoman tristes como cuerpos esculpidos en mármol intentando asomar un poco más su atrevimiento. La tierra los empuja hacia dentro, sólo unos pocos astutos sobresalen, y la gran masa de barro, arena y hierba los engulle hacia sus entrañas. “¡no destaquen!”, “¡pasen desapercibidos!”. Pude sentir desde el coche el firme latido de las rocas imperturbables en su postura, y el movimiento de la tierra cubriendo cada resorte de libertad.
Apareció la niebla en forma de banco espeso engañado a la multitud; aliada con la piedra, despista con su melancólico juego de brillos y su espectacular puesta en escena. Ahora ciegos, se repliegan. La lluvia enviada por los dioses convierte el firme suelo en barro y yo mismo entumezco mis músculos hasta convertirlos en armas rígidas donde golpean y salen expulsados hacia el exterior todos los agravios. Me vuelvo fuerte. Los dioses golpean mi cuerpo y lo esparcen líquido por la naturaleza mientras el blanco manto sepulcral me envuelve entre el verde. Invisible cruzo la ciudad.

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